CAPÍTULO 3
-No tengo hambre madre- le dije cuando llegué a la cocina.
Simplemente era lo que me solía ocurrir, y mi madre lo sabía perfectamente. La última vez que desayune en mi casa (por cierto, fue un vaso de leche con unas galletas) un primer día de clases, acabe en el baño vomitando por los nervios.
-Hijo, eso está mal. Aunque sea un vaso de leche– Me dijo mi mamá cortando mi desagradable recuerdo.
-Mamá, ya sabes lo que me pasó la última vez. No quiero volver a vivirlo- le respondí muy seguro.
-Pero en la escuela desayunas. Bueno, ¿ya estás listo?
- Si mamá. Voy a decirle a mi padre que me lleve, antes de que sea más tarde. Te quiero mucho.
-¡Suerte Zak! Y cuidado con lo que pase. Trata de hacer amigos nuevos y se una buena persona siempre. – Me dijo dándome un beso en la frente. Mi madre tan tierna como siempre.
Toqué la puerta del dormitorio de mi padre. Cada vez con más fuerza para que se despertara. Me abrió la puerta soñoliento.
-¿Qué pasó hijo?- Me dijo con una voz inaudible, despeinándose el cabello.
-Ya es hora de que me lleves a la escuela. Es el primer día, ¿recuerdas?
-¡Claro que sí! Con tantas notas pegadas en la mesa, en tu cuarto, en los espejos… 1 de Septiembre.
-Bueno, aunque sea lávate la cara porque no me das buen aspecto. No tardes tanto. Mientras voy por un vaso de agua, tengo seca la garganta.
Mientras yo regresaba a la cocina, mi padre se metía al baño.
Mi madre bordaba las toallas que acostumbraba a tejer en sus ratos libres, sobre su sillón favorito, el que queda enfrente de la televisión.
Fui por el vaso de agua y mientras la bebía, observé mi calendario de asignaturas que estaba sostenido por un imán en el frigorífico. Hoy salía a la 1 p.m.
Regresé a la sala y esperé sentado en mi sillón favorito. El de la esquina, que queda cerca de la ventana.
-¿Ahora que tal?- Dijo mi padre con su fuerte voz característica. Su atuendo era decente.
-Subamos al auto- Dije sin más rodeos.
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